Ya me encuentro saciado y mira que estaba hambriento, la verdad. Ha sido una cena deliciosa, y ahora, para ayudar a digerir, el posadero me ha invitado a un vaso de aguardiente de hierbas... Mientras lo degusto continuaré la narración de nuestra última aventura.
Allí estábamos, rodeados de oscuridad, con la antorcha apagada en el suelo, y con mi espalda casi rota por cuatro sitios... Afortunadamente el acolchado de mi armadura absorbió parte del golpetazo. En verdad, no se puede decir que sea el tipo más ágil de la Marca del Este. Nos levantamos como pudimos, sorprendidos de que semejante jaleo no hubiese levantado la alarma. Supusimos que no habría nadie por allí, hasta que el reflejo de una antorcha se vio a lo lejos. Tres figuras encapuchadas doblaron una esquina y se dirigieron hacia nosotros. No sé si fue la caída, el vino que había bebido un rato antes, un soplo de energía del propio Hendricks o cualquier otra cosa que hubiese pasado por mi mente en esos momentos, pero saqué mi maza, aferré mi escudo y cargué como un loco hacia las tres sombrías figuras mientras pedía ayuda a mi dios con un feroz grito. He de decir, no muy orgulloso de mí mismo, que en el camino perdí mi casco y una de mis grebas, que se habían aflojado tras la caída. Bueno, al menos, no sé si fue por mi grito, o por la visión de alguien de mi tamaño apareciendo de entre las sombras, conseguí descolocar a mis contrincantes y ganarles la iniciativa... El que se encontraba a la derecha de los tres cayó al suelo con la cara desencajada tras el golpe de mi maza. Antes de que el resto lograse reaccionar logré aturdir al que llevaba la antorcha, mientras Rata apareció de entre las sombras y saltó al cuello del tercer encapuchado, el cual no pudo hacer más que caer al suelo con el cuello rebanado de lado a lado. El que llevaba la antorcha, aterrorizado por ver cómo habían perecido sus compañeros, me lanzó una daga y se propuso huir como buenamente pudo. Tuvo suerte, su daga se clavó no muy profundamente en mi hombro, pero Rata, ágil como un gato, le puso la zancadilla y, una vez en el suelo, logró acabar con él.
Caí redondo al suelo, agotado y dolorido, y eso que lo que menos notaba fue el corte del hombro izquierdo. Rata me ayudó a vendarme la herida, y me dio un poco de ungüento curativo que había encontrado por ahí. Noté un alivio inmediato que calmó el dolor y cicatrizó la herida, aunque decidí seguir descansando un rato más. Mientras, Rata cogió la antorcha y comenzó a explorar un par de estancias que se encontraban junto a nosotros. Yo me quedé sentado en la penumbra, descansando y apenas si escuché ningún ruido... incluso me adormilé un poco, y, sin saber cuánto tiempo había pasado dormido, fui despertado por Rata, quien me estaba zarandeando diciéndome: 'Tengo un regalo para ti, despierta, que te va a gustar, corre, ven... mira' Y desapareció tras una puerta que se encontraba frente al pasillo de dónde veníamos. Me levanté como pude, busqué mi casco y mi greba derecha en la oscuridad y me dirigí poco a poco a donde se encontraba mi amigo...
'Tachaaaaaaaan' Me gritó Rata según entré por la puerta, dándome tal susto que mi corazón casi se escapó por la boca... 'Aquí está tu regaloooooo' me dijo señalando la pared del fondo. Allí, colgada de la pared, una pulida y perfecta armadura completa me esperaba. Miré a Rata con una sonrisa, y él me miró con otra igual... Bien sabía él que llevaba mucho tiempo intentando conseguir una, pero mi dinero nunca dio para tanto. Le pedí que me ayudase a quitarme la cota de escamas para ir colocándome la coraza, y entonces surgió el problema... Pero, ¿quién demonios había sido el herrero malnacido que había hecho esta armadura? ¿La había fabricado para elfos, o para algún guerrero escuchimizado? Desde luego no estaba preparada para alguien tan fornido como yo. Bueno, puede que me sobre algo de barriga, y un par de kilos, pero no es para tanto... Afortunadamente, pensé, ancharla un poco en el herrero de Robleda saldrá más barato que comprar una armadura nueva. Así que dejé la armadura donde estaba, pensando en cómo cargarla en Francis para llevarla de vuelta al pueblo.
Este brebaje transparente que me ha puesto el posadero, bueno, el quinto que me ha puesto para ser más exactos, me está confundiendo la mente, y mi propia letra se nubla ante mí… Las palabras parecen danzar una exótica danza ante mis ojos… Creo que es mejor que me eche a dormir… Ya continuaré con el relato en otro momento… Ya no queda mucho… Aunque ya os imaginareis que tanto Rata como yo salimos de aquel lance con vida… La verdad es que soy un pesado, escribo demasiado, al igual que le pasa a un buen amigo mío, mi capacidad de síntesis es escasa… Apenas puedo mantener los ojos abiertos… Creo que no voy a llegar ni a mi habitación… Quizás descanse aquí mismo un rato… Sólo cerrar los ojos unos minutos… Sólo un par de minutos… un par de min…
No hay comentarios:
Publicar un comentario